lunes, 22 de septiembre de 2008

Breno Onetto, METAMÓRFOSIS DE LA TRADUCCIÓN

METAMÓRFOSIS DE LA TRADUCCIÓN: ¿TRASLACIÓN O INTERPRETACIÓN?
Por Breno Onetto
Alábale al ángel el mundo, no el inefable,
pues ante aquél tú no puedes presumir del esplendor de lo sentido;
R. M. Rilke, Duineser Elegien, IX

El texto es el trueno que sigue retumbando
largamente...
W. Benjamin, Das Passagen-Werk.


En relación con el movimiento del sentido en el traducir, y en el caso particular de la lengua alemana, se han perfilado usualmente dos caras diferentes, aunque no opuestas, en la dirección de su operación: esto es, la del traslado o transferencia de lo dicho de una lengua a otra y su interpretación propiamente. ¿Son efectivamente dos o se hallan meramente superpuestas en una misma y sola operación?
La figura del traslado [translatus, Über-tragen], la de traer de un lugar a otro, la versión de una lengua a otra, supone una travesía hipotética, un traslado a un otro lugar/mundo y el experimentar ambas orillas de los distintos mundos que buscamos asociar, con el fin, quizá, de encontrar cierta correspondencia de nuestra lengua con el original, la pertinencia que deseamos trasponer y conferir propiamente a ese otro mundo, propio y nuestro, al que arribamos con el traslado y lo traducido. Pero el traslado conlleva él mismo una mirada en movimiento, que no ha de fijarse otro norte más que el de su otra orilla, la del abordaje y el retorno seguro y decidido a ese mundo ya habitado y conocido que es el nuestro; si bien, con frecuencia, a su vez, un retorno sin claro derrotero/rumbo, pero que permanece siempre determinado por ambos cabos: los fines y confines, de los que partimos y a los que siempre vamos llegando renovadamente otra vez [en una buena traducción, al menos]: confines que han de parar cada vez nuestra atrevida experiencia, en el cometido de traducir. Detención que es, asimismo, una toma de decisión como un pararse en el mundo, como la consolidación propia de lo traducido. Y en esto: no hablamos ni de una versión literal, ni de la libre versión inventada de lo inexistente a nuestra lengua, o de lo visto o vivido puramente en la otra. Quizá, tal vez, sí, un acontecer distinto que viene a irrumpir ensanchando la experiencia de nuestra propia lengua.
Preguntamos, luego: ¿Qué es lo transferido como propio a nuestro idioma, en ese viaje/experimento, que delata/conduce la mudable corriente de la traducción entre las lenguas? ¿Qué hace que nos decidamos por "una" traducción, cuando se busca referir una experiencia distinta vivida en otra lengua? Y no pensemos ahora en los comunicados o las breves alocuciones, ni los mensajes de rápida transmisión, para los que la palabra traslado, o transvase de información, sería tal vez la equivalencia más pertinente a la hora de definir este proceso. No! Pensemos en la traducción de obras poéticas: literarias y filosóficas; detengámonos en la obra o el texto de un artista, de un tejido irrepetible en su tramado, aunque no en su operación o forma quizá. ¿Irrepetible o intraducible? ¿Qué es lo que hace irrepetible a un traje o a una costura extranjera? Su experiencia de mundo, se me podría replicar. Mas si así fuera: la mía sería tan irrepetible como la de mi vecino en mi propia lengua. Entonces la traición producida en toda traducción no sería sino un hecho menor, algo del todo evidente y, por tanto, de la menor importancia. Lo que sí cuenta aquí -y no debe olvidarse jamás- es el cómo y no el qué, o sea, lo que constituye mi forma [melos] peculiar [idioma] de ver o percibir el mundo; y no se trata de que "árbol", "arbre", "Baum" signifiquen o denoten cosas diferentes, sino que su diferenciación procede del cómo fueron acuñadas esas significaciones, cómo son entendidas, vividas en la percepción y dimensión que constituye cada lengua, y que vendría a constituir algo así como el estilo o el posible disegno [ital.], que es señal e indicación que sigue a una traducción ante cada original: no la copia imposible, su mimesis, sino el corte preciso e individual del un ser humano en el tallado de su [re]facción.
¿Y si esto no fuera posible, es decir, el dar con esas medidas del cómo? ¿es la traducción algo siempre posible? Si el uso, precario, ya, del significado de los términos en cada lengua, no fuera asido de buenas a primeras por la maniobra del traductor: debido a cambios, o en la mutación semántica de las palabras de cada lenguaje quizá: ¿qué será de la tangente que hace levemente posible la traducción[1]?
La tangente de la que hablo es la escasa orilla que establece y bosqueja de nuevo cada navegante/traductor al volver de su travesía por el original: partimos, se parte de un texto extranjero original, que debe poder ser vertido, en su sentido, a mi propia lengua. Se interpreta así una experiencia para mi vaga o rica descripción de mundo, ajena a él o no afín necesariamente; experiencia, que ensancha sin saber cómo mi lengua en la traducción y no la del original, para la que esto es secundario y epitelial. La metamorfosis del texto original trasladado avanza hacia mi lengua "con" el molde o cuño del otro mundo ahora traducido.
El mundo ensanchado es el de la lengua madre que remonta o se sobrepone al original [significación compuesta de Über/setzen], inter-pretándolo [negociando /traficando con ambos] pero sin repetir la experiencia original; pues mi descripción, la propia versión del sentido del original definirá el modo universal de comprensión a través de su única entrega lingüística. No obstante, mi acto no es en nada universal; pues sólo existo en la operación traductora individual, pobre o no en su constitución lingüística, de lo dicho en otra lengua, y a través de la cual pretendo expandir sin saber la mía. La visión y la letra que se me esconde y por la que he de decidir necesariamente la continuidad de sentido de la obra original me viene del original, de la forma que ha de tomar mi lengua. Traduzco de modo de confeccionar un traje propio escrito en molde ajeno y redivivo por fuerza del espíritu de una lengua que me demanda o domina, y para acceder a una experiencia que deseo difundir en mi comunidad de hablantes que piensan desde otra diferente. La forzada renovación del original es la efectiva apropiación/asimilación del original, la que jamás será fidedigna, por lo inefable que resulta, pero cuya expansión en su valor - fama póstuma la llama Benjamin- es una forma de conocimiento de lo posible entre la teoría y la literatura [Op. cit.,130, 137/7]. ¿Hasta que hondura o cima alcanzará la resonancia de lo poético?

…/Denn das Schöne ist nichts
als des Schrecklichen Anfang, den wir doch gerade
ertragen,
und wir bewundern es so, weil es gelassen
uns zu zertören.


…/Porque lo bello no es nada
más que el comienzo de lo terrible,
justo lo que
nosotros todavía podemos soportar,
y lo admiramos tanto porque él, verschmäht,
indiferente, desdeña
destruirnos.


[1] La tarea del Traductor, en: W. Benjamin, Angelus Novus, Edhasa Barcelona, 1971, 141.

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